Ley de vida tal vez.

Todo llega, todo pasa. Llega el primer sábado noche que sales de fiesta, el primer beso, el primer día de clase, el primer secreto inconfesable confesado, el primer novio, el primer baño del verano, la primera vez que te sientas en el asiento de alante, el primer cumpleaños, los primeros reyes, el primer sueldo, el primer piso, el primer hijo, los primeros tacones, la primera escapada, la primera mirada, la primera declaración, el primer diez en un exámen.. Y al fin y al cabo, cuando la historia se repite un par de veces, todo parece perder la gracia, los sábados noche se te hacen rutina, olvidas a besar y aprendes a liarte, ¿por qué? porque es mejor que dos labios se encuentren sin nervios, sin posibilidad de dar lugar a sentimientos, en agosto te asomas a la ventana y piensas que bañarte sería aburrido, de los reyes acabas desengañándote, con el primer sueldo llegan los primeros impuestos, y así es la vida, efímera, con fecha de caducidad, apta para todo el que respira, aunque muchos no sepan como seguir sonriendo con cosas que han perdido la gracia. Nos pongamos como nos pongamos, la primera vez de algo siempre es la más niña, la más nerviosa, la más ilusionada, y aunque duela aceptarlo, la ilusión, la magia, o como quieras llamarlo, se ha ido, esto ha ido perdiendo la gracia.